RECORDANDO "JESUCRISTO SUPERSTAR"



      Comenzaré diciendo que, en el lenguaje cinematográfico, las películas reciben la denominación de "textos". Asímesmo,  dichoe lenguaje considera "escritura" a la representación gráfica de algo, y "narración" al hecho de referir ese algo. Son estos unos conceptos que se basan en el hecho, perfectamente comprobado, de que una simple imagen móvil resulta todo un compendio de la excepcional capacidad que el cine tiene para decir o narrar cosas.


      Una película es, pues, un texto narrativo, y los espectadores sus lectores. No puede sorprender por ello que cada una pueda tener también distintas lecturas, en función tanto de los conocimientos como de las circunstancias de cada lector.

       Así, puedo aseguraros que conozco cuatro obras de temática cinematográfica y éxito editorial, realizadas por sapientes y eruditos investigadores, una de ellas incluso de quince volúmenes, que ignora, o se limita nada más que a citar a Jesus Christ Superstar. Y que existe una quinta, de autor todavía más docto que los anteriores, Carlos Aguilar, que, aún reconociendo el inicial éxito taquillero de la cinta, nos dice que, después, "cayò en el olvido", a causa de la "ramplonería de las canciones y la inconsistente falsedad, por no decir hipocresía, de la propuesta" . . .

        Conocido todo ello, comprendereis fácilmente que no es posible hacer ningunha clase de análisis o valoración acerca de Jesus Christ Superstar, si lo aislamos de sus contextos cultural y espacio-temporal.

       Mi personal interpretación literaria acerca de esta obra tiene que estar, pues, influenciada tanto por mis propias circunstancias como por las del momento en el que trabé conocimiento con ella.

       Ocurrió a comienzos de la década de los setenta, y perdonad si la memoria no me permite una cronología más rigurosa de los hechos:
 
       -Se habían separado entonces, o estaban a punto de hacerlo, los Beatles; en Gran Bretaña habían abolido la pena de muerte, y declarado la mayoría de edad a los dieciocho años, además de aceptar por primera vez en su historia el sistema métrico decimal.
       -El "Concorde" doblaba por aquellos momentos la velocidad del sonido.
       -El divorcio volvía a Italia.
       -Un hombre paseaba en "jeep", también por primera vez, por la Luna.
       -El mundo se estremecía ante la noticia de que los accidentados del avión de los Andes hubiesen podido sobrevivir, comiendo carne humana. . .
       -Y en nuestro entorno, entre constantes e inquebrantables  adhesiones al Caudillo, continuaban siendo cerradas Universidades, sancionando a intelectuales, suspendiendo periódicos, declarando estados de excepción, eran destruidas  obras del "izquierdista" Picasso, se cerraban filas contra la llegada del biquini . . .

         Fue en medio de estos acontecimientos cuando, a media voz, casi en silencio, comenzaron a llegar a mis oídos las primeras noticias acerca de Jesus Christ Superstar. En principio nada más que comentarios imprecisos. Después cintas con canciones, traducciones manuscritas, e inciertas, de sus contenidos. Después ya, un ininterrumpido y expectante goteo.

        Hablaba de ello practicamente todo el mundo. E inmediatamente después, las noticias se hicieron ya mucho más precisas. Gentes de grandes convicciones, especialmente sacerdotes, tuvieron incluso la osadía de desplazarse a Londres donde, en el Palace Theatre, se venía representando en medio de constantes llenos aquella ópera rock que, según creo, llegó a mantenerse en cartel nada menos que unos ocho años.

        A partir de este momento las grabaciones que circulaban, aunque todavía clandestinas, eran ya de mejor calidad. Paralelamente a ello, algunas audaces revistas se atrevían a hacer veladas alusiones sobre lo que estaba ocurriendo en Londres y en algunas otras partes de Europa.

        Cuanto acabo de referir se mantuvo durante varios años. Fue en 1973 cuando tuvimos noticias de que acababa de ser filmada en Israel la versión cinematográfica de la ópera. Esto había ocurrido con anterioridad a la Guerra del Yom Kippur y a la crisis petrolífera de finales del mismo año.

         Tampoco recuerdo con exactitud la fecha del estreno en España de la película. Mas no creo equivocarme demasiado si digo que fue durante la primavera de 1975. Es decir, un año despues de la revolución de los claveles en Portugal y de la encíclica de monseñor Añoveros en Euscadi. En todo caso fue un momento en el que todavía coleaba la reciente dimisión de Richard Nixon, tras el escándalo Watergate. Por aquel tiempo terminaba también la larga guerra del Vietnam.

        1975 fue Año Santo. Sin embargo, en él el Vaticano daba un serio tirón de orejas al teólogo de Kubinga, Hans Küng. En Euscadi eran detenidos sacerdotes a causa de sus homilías, continuaban los estados de excepción, o la autoridad gubernativa suspendía asambleas cristianas en distintos puntos del Estado, a pesar de haber sido ya aprobado el Estatuto del Derecho de Asociación Política.

          En un momento así fue cuando llegó Jesucristo Superstar a nuestras pantallas. Venía precedida de una perfectamente orquestada propaganda disuasoria realizada a través de los llamados "medios de comunicación", que repetían de forma insistente la indignación que mostraban distintas autoridades eclesiásticas a causa de su contenido, así como las alteraciones promovidas por los "fieles" en los lugares de proyección, por los mismos motivos; el malestar del Vaticano; la prohibición de la cinta en distintos países; o la aparición en muchas ciudades españolas de grupos de fervorosos católicos que acudían a las salas cinematográficas a rezar el rosario durante la proyección, como medio de expiación.

          Personalmente debo de confesar  también que no esperaba demasiado de la cinta: tema religioso y música pop, por la que no sentía ninguna especial predilección. ¿Qué podía esperarse de semejante amasijo?

        No habría, sin embargo, rezos de rosario en el cine al que acudí, ni reacciones viscerales en contra de los contenidos de Superstar. Y recuerdo perfectamente cómo, apenas comenzada la proyección, tras aquella breve panorámica en la que pudimos contemplar un vetusto autobús atravesando  las descarnadas colinas del Negev, seguida por una visión de las ruìnas de la ciudad nabatea de Avdat, se nos mostraba el instante en el que el heterogéneo elenco que iba a representar la obra -creo que, semánticamente, resultaría mucho más adecuando llamarle troupe-, comenzaba a descargar sus bártulos al ritmo de una mùsica autenticamente impactante. En ese mismo momento, puedo evocarlo todavía hoy, tuve ya la sensación de encontrarme ante algo que se salía de lo vulgar.

        Bien. No diré nada que ignoreis si os recuerdo que la acogida de la cinta por el pùblico resultó grandiosa, espectacular casi. Las gentes se hicieron lenguas acerca de ella. A cuantos sabían manejar una guitarra les faltó tiempo para alardear ante sus amigos repitiendo con ella sus principales melodías. Pero todos se mostraban sorprendidos ante el hecho de que, tras haber visto Jesucristo Superstar, ya nadie pudiese poner en duda que el rock, o cualquier intérprete, por estrafalario que pareciese, pudiese hablar de Dios, o a él dirigirse. Fueron muchos los esquemas que entonces se
rompieron. Cayeron multitud de tabúes.

        Jesucristo Superstar fue tema de conversaciones. Se discutió su temática. Se buscaron interpretaciones a su constante simbología. Los sacerdotes que conocía se mostraban admirados. A lo máximo a lo que llegó alguno de ellos fué a mantener ciertas reticencias y matizaciones respecto a su traducción castellana.

       El siempre recordado Padre Seixas, nuesro último apóstol, se sentía particularmente entusiasmado por la grandiosa interpretación de Judas, así como por el hecho de que fuese éste el autentico proptagonista del filme, o que, tanto él como algunos de los apóstoles, fuesen negros. La consideraba una película que hacía pensar por primera vez en los motivos que habían movido a Judas a actuar de la forma en que lo había hecho. Que permitían advertir las dudas que habían tenido en todo momento los seguidores de Cristo. Su lectura de la obra fue la de que se trataba de un canto al ser humano, al amor, a la libertad, y que mantenía un absoluto respeto tanto por la figura de Cristo como por el mensaje evangélico. No hacía perder su fe a nadie, sino todo lo contrario.

        Al margen, claro está, de su calidad técnica, mi lectura de Jesucristo Superstar también fue positiva, y coincidente con la del Padre Seixas. Puedo aseguraros que me sentí sobrecogido entonces, y que sigo vibrando como el primer día cada vez que la vuelvo a ver.

        Mientras trataba de identificar donde se desarrollaban  las escenas -cuevas de Bet Guvrin, en las inmediaciones de donde David venció a Goliat, "wadis" del Negev, valle de Timna, desierto de Zin, orillas del Mar Muerto, rocas del Cañón Rojo, o el teatro romano de Beit-Shen-, advertía ya claramente la intemporalidad de la narración, las dudas de los seguidores de Cristo, la grandeza de los soliloquios de Pilato, María Magdalena, Judas, o del propio Jesús en Getsemaní; su impotencia en medio del dolor de los leprosos . . .

        En mi opinión la película dimensiona y autentifica la figura de Cristo, trata de hacerla comprensible, alejándola de la habitual mitificación y mixtificiación con las que nos la han venido presentando todas las hasta ahora realizadas. Y nada de cuanto aparece en boca de sus personajes desdice el contenido de los evangelios, histórica o conceptualmente. Tan sólo hallé diferentes las palabras con las que era realizada la partición del pan y del vino: "Por todo lo que  amáis este vino podría ser mi sangre. Por todo lo que amáis, este pan podría ser mi cuerpo".

        Estas palabras fueron lo único que no encajaba allí. Y me sorprendieron. No se correspondían con las que nos transmitian Mateo, Marcos y Lucas en sus relatos. Después, en el sosiego del hogar pude comprobar que, en esencia, estas frases, puestas en boca de Jesús, y en apariencia espùreas, no eran sino una actualización de las elegidas por Paulo de Tarso al relatar el mismo hecho en su epístola a los Corintios, escrita, como sabemos, con bastante anterioridad a los evangelios canónicos (1).

       Esta fue mi personal lectura de Jesuscrist Superstar, en el momento de su estreno. Muy poco tiempo después trascendería a los medios informativos que Paulo VI, tras haberla visto también, había declarado -y lamento no recordar ahora con exactitud sus palabras-, que la consideraba una visión muy interesante sobre la figura de Jesús. Y me sentí inmensamente satisfecho.

       Años después, mis hijos se sintieron también seducidos por su contenido. Y fue entones cuando entraron definitivamente en mi hogar tanto la película como su banda sonora.

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( Xoán Bernárdez Vilar nació en Marín (Pontevedra) en el 36, Estudió Magisterio y está doctorado en Geografía e Historia por la Universidad de Vigo. Entre sus obras literarias destacamos: Un home de Vilameán; Oubeade Naves de Tarsish, Homo Sapiens,  Vento do norte, vento do sur, y No ano do cometa, que le valió el Premio Xerais de 1985. También ha obtenido el Premio Alfredo Somoza (fallado en Montevideo), el "Concello de Lalín", y el Premio de Investigación de la Universidad de Santiago por su trabajo, Galicia no século VI a. C.).

     (Publicado en 1999, en "La Huella", revista de Teatro y Cine Musical).

NOTA:

(1) Las palabras de Paulo, a las que antes me referí, aparecían en 1ª Corintios, 11: 23-25, mientras que las de los evangelistas figuran en Mateo, 26: 26-28, Marcos, 14: 22-24, y Lucas, 22:19-20.
Así mismo debo de indicar que, varios años después de haber escrito el comentario que arriba reproduzco, conseguí otro DVD del filme, comercializado en 2004 por la Universal Studios, que ofrecía una versión subtitulada de la Última Cena, basante más acorde con lo que aparece en cuantas Biblias pude consultar, que fueron muchas.


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